Monito de papel
Tú mi personaje principal, te creé tal cual mi corazón te describía. Mi mente imaginaba tu silueta, generaba ecos del tono de tu voz, a mis labios les dio el calor y el sabor de tus besos, tus manos perfectas las desdibujaba suavemente al acariciarme.
Esa tarde te di vida, escribí cada palabra en estas líneas moldeando tus actos y dándote un guión en la historia. Todo estuvo en ese plano de papel y sueños, mi alma se quedó entrelazada en tintas y hojas de papel viejo, amarillentas y llenas de polvo por los años. Me dediqué a darte diálogos bien definidos con sutil correspondencia, pero no me di cuenta que de a poco te di vida, querías escapar y mis plumas te encerraban en mis frases sin sentido.
–No he conocido a ningún personaje que se haya enamorado de su autor. Al escribir sentí como una fantasía en donde un muñeco de papel te mira fijamente con ojos escurridizos tras las Times New Roman, estaba ansioso por presenciar su nuevo acto, su nuevo párrafo, pero de pronto lo vi atrapado en interlineados de 1.5, que eran como barras de hierro para él.
Amor o dominio, –qué derecho tienes, escritora, de crear un personaje, encerrarlo y decirle qué hacer, le diste vida, pensamiento y sentimientos, no te pertenece ya, o jamás te perteneció; en cualquier momento podría escapar de tus plumas entintadas y brincar a un libro nuevo, viajar entre planos imaginativos y reinventarse.
Un párrafo pudo ser un capítulo eterno, interminable, infinito, dice mi corazón. Toda la vida te anhelé, te encontré en imágenes viejas y trastocadas, un poco distorsionadas, me dediqué a convertirte en el personaje principal, pero la tinta a veces era derramada en la narración del sueño como sangre fluyendo en torrentes, como ríos desbordantes. Escribir no era suficiente, pintar podría ayudar a esclarecer las imágenes de los sueños, pero ninguno servía ya.
Tomé tu mano frágil como de papel, acaricié tus ojos con mi mirada, te saqué de entre las frases, escuché cada latido de tu corazón y te saqué de mi hoja de papel; ya eras un hombre con deseos e inquietudes nuevas, intenté escribir cuando dormías, me acerqué lentamente, rosé con mis labios tu oído, susurré una trama. En ese momento un pensamiento me invadió, que quizá fuera la última vez que sentiría tus latidos, me detuve, sentí el fracaso de mi inspiración, el fallo de mis letras, estaba enamorada. Cuando viste el mundo real te asombraste, con temor tus ojos mostraban confusión, regresar a tus párrafos y hojas amarillas era confortable o escribir tus propios capítulos fuera mejor. Ahora enfrentas, viajas a tus hojas amarillas y me ayudas a escribir las últimas líneas de ese guión que te creó.
Idaly Retana
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