Queda claro que con el paso del tiempo el hombre ha perdido coherencia. Claramente hace miles de años una vez establecidas la ciudades estados el hombre que vivía en cualquiera de ellas tenía los dioses a los que respondía. Cuando se veía envuelto en alguna controversia con otra ciudad y se recurría a la fuerza. Cuando ambas ciudades preparaban sus ejércitos , la gente visitaba sus templos y entregaba ofrendas para sobornar a sus dioses con la única intención de que estos se molestaran a acudir a los campos de batalla en su auxilio. Los de la otra ciudad beligerante acudía a su vez a sus dioses, que eran diferentes, distintos nombres, orígenes, representación, en esos tiempos cada ciudad tenía propios dioses para auxilios personales.
Antes de congregarse las tropas de un ejército de un país que invadirá cualquier país que generalmente profesa la misma fe, sus soldados piden a Dios su auxilio, su obispo castrense le hablará sobre el poder de Dios, su auxilio y protección, les dará la comunión y a la batalla, bendecirá las armas rociando armas y soldados con agua bendecida. Al mismo tiempo en el país pronto a ser invadido, los soldados y sus esposas van a misa, se arrodillan esperanzados poniendo en conflicto al mismo dios que sus atacantes, provocando en la presencia eterna un conflicto de intereses para lo cual no hay ley celestial que le ayude a decidir.
Claramente el hombre en la antigüedad tenía mejor relación con sus dioses al no ponerlos en situación de tener que elegir, toda la humanidad tira de la misma sotana, como mucho hoy dividieron en tres o cuatro dioses, cada uno atiende varias guerras de sus creyentes.
Guillermo Daniel Contreras
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