Nota editorial 1 marzo del 2022

El viaje continúa Volví el 1 de Marzo del 2022, ya más preparado. Ahora sé que el mundo se desmoronó envuelto en la Globalización, con propuestas individualistas y de a poco se fue descartando la solidaridad. También se que somos todos responsables de lo que  tenemos. También se, porque algo leí la última vez que […]

El viaje continúa

Volví el 1 de Marzo del 2022, ya más preparado. Ahora sé que el mundo se desmoronó envuelto en la Globalización, con propuestas individualistas y de a poco se fue descartando la solidaridad. También se que somos todos responsables de lo que  tenemos. También se, porque algo leí la última vez que estuve, que todo lo que estamos viviendo en Buenos Aires en 1973, euforia por el regreso, la democracia,  todo se va perder en un remolino de reproches y la imposición de los poderosos, la muerte, todo en nombre de Dios. En tres años no más volverán los milicos y esta vez volverán a rememorar la conquista del desierto, dejando tierra arrasada.

Lo sé, por eso no puedo criticar al hombre del 2022. Se suponía que para esta fecha, veinte años ya en  el nuevo milenio, no solo debíamos estar en el espacio, sino que la tecnología nos daría herramientas para terminar con el hambre, el cáncer, el sufrimiento, la muerte no, es parte de la vida. Las máquinas nos darían la posibilidad de trabajar todos un poco menos.   Pero encaminamos el uso de la tecnología a separarnos más,  cada año menos pueden acceder, cada año menos tienen más y la mayoría deambula pensando que lo que no tiene es por su propia culpa.

Todos somos responsables de estar donde estamos. Ni volviendo a mi tiempo tendría la sabiduría de evitar el camino que hemos recorrido.

En los primeros años de la década de los setenta en Buenos Aires, de donde vengo, salía una revista, creo que salía los martes junto a un diario vespertino La Razón, la revista era “Ayer, hoy y mañana”, tal cual lo dice el titulo tenía tres partes. En “ayer” se  verían los adelantos en el transcurso de la historia, en el “hoy” los adelantos que aparecían en ese momento y lo que más me gustaba era en “mañana” donde se predecían adelantos, trenes de altísima velocidad, cohetes colectivos con los que en el 2000 saldríamos a pasear por el espacio, a ver la tierra desde lejos, o llegar a las estaciones de la luna, Marte y vaya a saber cuántos lugares. Teléfonos sin cables, ropas de plástico, pantallas gigantes que nos darían la temperatura y a qué hora pasa el colectivo, o nos darían información sobre la dieta y salud. Aparatos que diagnosticarían y de ser necesario curarían las peores dolencias. El año 2000 era el mañana probable, era el objetivo de superación, que salvo en los espejitos de colores perdimos el rumbo en algún momento.  

Guillermo Daniel Contreras

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