En el país mientras pasaba de todo, pero el pueblo recibió de ellos una inyección de optimismo y de esperanza. Junio de 1978, en un país tomado por un grupo de asesinos enceguecidos con sus acotadas y enfermas ideas de que ellos mesiánicamente debían salvar al país de todo el que no pensara como ellos. En Buenos aires el frio acompañaba la ausencia de tumbas, el miedo daba lugar a un poco de luz solo por la esperanza de ser buenos en algo, parecería trivial, lo querían circo, pero era futbol y el futbol es pueblo. A pocas cuadras del estadio donde se jugaba la final descaradamente estaba uno de los centros clandestinos de detención, a tal punto que los periodistas extranjeros apostaban fotógrafos en la parte más alta de las tribunas y apuntaban sus lentes hacia la ESMA queriendo obtener alguna imagen. Y fuera las madres hacían visible la terrible realidad. Dentro del monumental los jugadores solo jugaban el partido de sus vidas. Y el pueblo los festejaba. El obelisco se llenaba de gente, los primeros pasos de los Trilenials.
En 1986, la grieta ya existía, no era fácil cambiar el aire de muerte que había dejado el proceso militar coronado con una guerra en la que aprovecharon el amor por nuestras Malvinas. Pero ya la esperanza se llamaba democracia, que era de alguna forma un bebe al que no sabíamos cuidar, democracia que tampoco se animaba a cambiar todo, apenas las formas. Primeros juicios para los milicos asesinos, aunque luego los tratarían de reducir a indultos. Pero el país comenzaba a dejar de ser embrión encerrado en una panza contenida, un país que quería equivocarse solo.
Y ahí estaba llegado de la villa, del lado del pueblo, con fuerza, con bronca que nace del hambre el Diego, su mano justiciera, su gambeta indiscutible y los huevos de enfrentar a los poderosos. Esto le costaría mucho, pero la pelota no se dobla. El futbol era de todos. La final, mi hijo de 5 años no vio el partido porque mientras él con su primo cortaban hojas de diario en papelitos que eran manifestación esperanza de luego ir al obelisco a tirarlos. El tren que nos lleva al centro pasa por la ESMA y por el Monumental, los chicos dejaron sus papelitos por todo el camino.
Llegamos al 2022, el mundo acaba de pasar por unos años terribles de pandemia, como verán los Trilenials no tuvimos una vida fácil. El mundo todo ahora es el contexto en que su realidad es de total pesadumbre, en la pandemia tuvimos miedo enterramos familia en la desolación del aislamiento. Para peor el mundial se hace en un país en el que se persigue la libertad de elección sexual, se oprime los derechos de la mujer y un país que vergonzosamente hace alarde de riqueza. Se apoderaron del evento son dinero y a pesar que no tienen el futbol como deporte ni estadios. Para tenerlos los construyeron en pocos meses usando mano de obra esclava sin derechos casi como una burla al mundo.
Pero dentro, como separado de la realidad otra vez el futbol y sobre él hay poderosos que creen usarlo para acallar a la gente, pero dentro del partido hay fuerza, amor, el futbol es pueblo, la gente encuentra en la alegría de los jugadores su propia alegría, en la angustia de llegar a perder sus propias angustias. Y los tríllenmelas somos los privilegiados de haber visto en una vida a Kempes, Maradoma y a Messi. Si y todo el contexto también pero la alegría no mata la conciencia, no adormece la lucha solo es el día del descanso para seguir luchando por la libertad de hablar, libertad de pintar, dibujar, expresar, poetar, gritar.
El artista moja su pluma, pincel, cincel en el dolor pero la levanta con la esperanza. Los Trilenials somos simples seres humanos con suerte que pudimos tomar fuerzas de enérgica alegría nacida desde las raíces del mismo sufriente pueblo.
Guillermo Daniel Contreras
Diciembre 2022
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