Nota editada en el número 15 de la revista EntreverArte, escrita por el Poeta Raúl Vargas, sobrino de estos dos grandes escritores Argentinos. Con su personal permiso hoy reeditamos la nota, y esperamos poder mostrarles otras
Gracias Raúl Vargas
El número anterior de EntreverArte me llevó a «La calle de los sueños perdidos», libro de Enrique González Tuñón.
A decir verdad no pude sustraerme al encanto de volver a transitar por esta calle y por parte de la vida de su autor, íntimamente ligada a la de su hermano Raúl y a la mía.
Dicen que dicen que «los parientes no se eligen». Agrego a esta frase, que de tener oportunidad de elegir, habría optado concienzudamente ser pariente de los hermanos Tuñón. No tuve necesidad de esa opción, mi madre era hermana de Enrique y Raúl.
No conocí personalmente a Enrique, ya que murió muy joven, pero frecuentando a su hermano me fue fácil tener una imagen total de aquel tío que, a pesar de haber partido, seguía estando entre nosotros.
Cumpliendo de manera inexorable con la ley de «los hermanos sean unidos», los Tuñón nos dieron un ejemplo acabado de trasmisión hereditaria. Toda la sensibilidad de Enrique, pasó de manera directa a Raúl, quien la acrecentó con la propia formando así un solo patrimonio.
Aún faltando uno de ellos hermanos, el sobreviviente lo recuerda de manera constante en sus poemas:
«Enrique ¿ahora lo oyes? Este es Raúl, tu hermano,
dice la flor que crece de tus huesos transidos
Más no soy yo, tan solo, somos los dos unidos
los dos te recordamos fugitivo y cabal»
«¿Veis hermanas? El llega. Pronto tended la mesa.
No, no se ha ido, no ¿No es eterna la espuma?
¿Las gaviotas perdidas, el otoño, la bruma?
He aquí precisamente a Enrique que regresa.
Cuantas cosas compartidas, cuantos sueños: el barrio de Once y su plaza, el diario «Crítica», la revista «Caras y Caretas», el movimiento martinfierrista y los nombres queridos y nunca olvidados de Borges, Ricardo Güiraldes, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal y más, muchos más.
La obra literaria de los hermanos González Tuñón es copiosa y siempre, de manera infaltable, poblada de magia; magia, creo ahora, que solo pueden tener los seres nobles de corazón.
Todos los escritos de estos dos hermanos promueven, desde esa nobleza de corazón, la redención de los mundos grises, sobre todo de Buenos Aires.
Personajes y ambientes, casi siempre trágicos, encuentran en estos poetas una calidez que les asegura la salvación, salvación que todos ambicionamos.
Recordemos los títulos de sus obras. De Enrique: Tangos; El alma de las cosas inanimadas; La rueda del molino mal pintado; Apología de un hombre santo; El tirano; Camas desde 1$; Las sombras y la lombriz solitaria; El cielo está lejos.
Obras de Raúl: El violín del diablo; Miércoles de Cenizas; La calle del agujero en la media; El otro lado de la estrella; Todos bailan; La rosa blindada; 8 documentos de hoy; Las puertas del fuego; La muerte en Madrid; Canciones del tercer frente; A nosotros la poesía; La calle y las islas; Caprichos de Juancito Caminador; Himno de pólvora; Primer canto Argentino; Selección de poesías; Hay alguien que está esperando; Todos los hombres del mundo son mis hermanos; La luna con gatillo; A la sombra de los barrios amados; Crónicas del país de nunca jamás; El rumbo de las islas perdidas; Poemas para el atril de una pianola; La veleta y la antena.
Es probable que esta nota nada haya aportado a lo tanto ya dicho por los seguidores de los Tuñón, no se me culpe, la nostalgia me ha traicionado, mi infancia y mi juventud se hacen presentes y me dictan una crónica familiar cercana a la ternura.
A los once años me inicié en esta misteriosa tarea de poeta, uno de mis primeros trabajos fueron unos cándidos versos a tío Raúl, mejor dicho a Juancito Caminador, recuerdo las últimas cuartetas:
Juancito, viejo Juancito
No dejes nunca de andar
porque andando me enseñaste
sin querer a caminar.
…y es cierto, desde entonces no he dejado de caminar, es decir, de ser poeta. Ellos mis tíos queridos, siempre me han acompañado en este viaje.
Raúl Remigio Vargas
El autor es poeta y abogado. Nació en Río Negro y actualmente reside en Palomar. Sus poesías nos acompañan desde el nacimiento de la vereda. Y él nos ha dejado fotografiar los libros que Raúl González Tuñón le dedicara a él o sus padres.
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