Arte de escribir con sutileza.
Candidato al premio nacional de poesía 2024 en Chile
Con un obrero que trabaja
ocho horas al día,
no se puede jugar
con palabras
ni maromas de circo,
aunque cuando palabras
parezcan taladros
para hacer huecos
en la naturaleza imaginaria
de la oferta y de la demanda,
se puede decir que un obrero
es semilla de árboles originarios,
que estos árboles mañana
serán bosques sagrados en el planeta;
a propósito de un obrero
que trabaja 8 horas diarias,
que no sea para la poesía
tampoco un pretexto
para escribir versos populistas
que sólo buscan congraciarse
con los trabajadores del mundo.
Eduardo Embry Morales
Para Ingrid Chicote, poeta, tallerista y testigo de la gran crisis del Planeta.
Historia natural de América
Cuando
uno cae,
alguien
se levanta a los cielos;
caer
entonces no es una cosa mala,
tampoco
es signo
de un
acto fallido:
en
cualquier caída,
en medio
de misterios
se hallan
caminos perdidos,
los
caminos se abrazan,
los
caminos se bifurcan,
los
caminos se juntan
los
caminos que van en círculo
se divierten, al pasar
se pisan
la cola,
a estos
juegos no acuden las montañas,
las
montañas son majestuosas y sabias:
en silencio
vigilan los caminos,
cuando
las montañas se reúnen
se
purifica el aire;
como si
nadie sintiera el peso de las dictaduras,
las casas
en el valle echan humito;
todo a su
tiempo, dicen
las escrituras del cielo,
tras las
montañas vienen los árboles,
tras los
árboles vuelan los pájaros,
los
pájaros picotean los higos,
entre un
cerro y otro cerro,
aparecen
los campitos,
con el ritmo del aire y del agua,
el maíz y
los viñedos verdes,
y más
arriba de todo, en el reino del cóndor,
como
flechas encendidas
ahí están
las nubes carniceras;
de
occidente a mano izquierda,
el
horizonte en llama desaparece,
en el
cielo hay una mano,
es un espanto,
las nubes
se van huyendo;
pero en
lo más alto, más arriba de los pájaros,
viven los
manantiales y los ríos;
antes del
conquistador y sus caballos,
antes de
las trasnacionales,
aparece
el colibrí, la chinchilla y la buena madera:
así es la
historia natural de América
como si
no se sintiera el peso de las dictaduras,
las casas
en el valle echan humito;
por
cierto, desde un principio esta geografía
no era un
vaso de leche:
había
riñas entre vecinos,
había
robos de gallina,
por amor
a las estrellas
quizá
pudo haber habido adulterio,
y como
era la costumbre,
también
los muchachos
se
robaban las novias,
una
familia con otra, a veces
a muerte
disputaban
la oreja de los zorros.
Eduardo Embry Morales
0 comentarios