NOCTURNO
Cuando estoy sola y es de noche,
y toda la casa emerge del silencio,
y los muebles agitan su esqueleto,
en canto de bisagra parlanchina.
Cuando no hay nadie,
y los sillones mantienen las curvas
de los cuerpos que se han ido,
o los últimos vasos, aún sin lavar,
coronan sus besos de orilla.
En esos instantes detenidos
en que los ruidos misteriosos de la casa
despiertan como un secreto en mis oídos:
los metales que aúllan desafinados,
las maderas que crujen como corazones partidos,
el tic-tac de los relojes siempre apurados,
el viento y las hojas apareando un suspiro,
el murmullo inquieto de los insectos que han venido,
los perros de la noche que amplifican sus ladridos.
Allí, en el centro de esta sinfonía menor,
anclado en el sigilo de la voz de los dormidos,
sujeto a la mansedumbre de mi cuerpo ya agobiado,
resonando al compás del eco de los amigos,
mi corazón, intrépido y disonante,
ofrece a la orquesta sus latidos.
POEMA
Todo lo que no he dicho aún
sucumbe sobre esta mesa.
La frágil tabla apenas sostiene
a mi cuerpo
que se curva como una jaula,
y que abre a través de estas manos
t e c l a p o r t e c l a,
l e t r a t r a s l e t r a,
l a t i d o t r as l a t i d o
esa verdad libertaria
que llamamos poema.
LA INTEMPERIE HUMANA
Ya estuve en este lugar.
Ya supuse que un encierro
podría salvarme.
Ya viví en la oscuridad
de un mar en calma.
Ya creí que habría certezas
de un mañana.
Luego, surgió la vida
el caos
el miedo
la intemperie humana.
Entonces
desalojé el vientre de mi madre
para habitar la nada.
Así aprendí que sin los otros
la muerte se agiganta.
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