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Paúl Marcelo Velásquez
Sabogal |
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Sobre mi cama, tirado,
confundiéndome Con los ropajes desliñados: negros y
grises, Como si se tratase de un
funeral Al que mi cuerpo ha de
asistir. Con el polvo incrementando mi tensión
habitual, Deshilando los
almohadones Que se esparcen en mi rígido
cuerpo, Tengo cada vez más: álgido
suspiros Que chocan en mis
ojos. Bajo mi cama, inerte, yaciendo en
las Enredaderas que la
sujetan, Están mis ánimos, temblando al ritmo de
mis manos, Orquestadas por sus recuerdos.
Y mugen de
dolor. Admito, que mi pensamiento dejé
llevar, En el bamboneo de las nubes,
y Embriagado encontré mi cuerpo, buscando
Lugar en las enredaderas de mi
cama. Mas su cuerpo no encontré, ni en el
Infierno que se disfraza de
letras, Ni en el amplio llano solar que
Evoca mis
sufrimientos. Sobre mi cama, tirado, despojado ya
de Aquello que llama tras la lluvia-
Tiempo, que tan sólo fuiste el villano
De mis palabras sonrientes- elevé
mis Dedos, palpando el vacío que se
diseminaba En mi cuarto, como si a su
rostro Pudiera aferrarme, y dormir en su
frente -Un beso desde las brasas de mi
garganta-. Sobre mi cama, absurdamente
poseído Por los mares, mi sangre dejé
caer. Gota tras gota su rugir iba
alimentando. Y ya nada recordaba, de tal insensata
espera De su voz de pétalos caídos.
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Paúl Marcelo Velásquez Sabogal |
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