Los gritos del Rock
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Rock ¿Por qué tus palomas son
metálicas, son temblores tus hojas de
otoño y cimbras con mármoles
martillos al suelo
atardecido en nácares
centellos? Como quien visita a la
ancianidad tu visitas a
maremotos, aludes
furiosos y el aplauso
frenético de las
tempestades. Rompes velos
etéreos y como un cirujano
ciego hurgañas a
tientas despensas
astrales, insuflas tu
pecho con bramido del
gentío y cazas al alcohólico
sol en un
sombrero de brumo
enladrillado. ¡Soy el último
grito! grita el
rock, el grito
despavorido, el grito de quien
encadenado un edificio ve
caerle. Grito al mundo
ensordecido. mi grito se hace
fuerte, más fuerte que el
derrumbe ¡Detengan las paredes!
¡Siéntenlas! ¡Deténganlas! Oro, grito, rasguño,
retumbo ¡Siéntenlas! ¡Siéntenlas! Que mis venas
quebradizas el licor de apresuradas
golondrinas quieren
beber. Soy la voz de la
locomotora, la voz del
trasatlántico. Soy la voz del
jet, la voz de los puentes
continentales, también del
tanque y su útero. Soy la voz de la
guerra que hacha como madero a los
hombres. ¡Sí!, los tizones de
Hiroshima aun humeantes están en la boca
estrecha de mi eléctrica
guitarra. …Soy también la
voz del rastrillo
tecnológico que insensible deshoja a nuestros
bosques. Mi rasguear son lazos
vaqueros atrapando cónicos planetas congelados
en la inmensidad de un
olvido: el ronquido del mar con sus
pestañas los alientos
primaverales, los arreboles, la llovizna y el
rocío, el abuelo Pedro y el
carpintero. . ¡Si!, la vida brinca en mis
cuerdas, vida arponeada
como cósmica
ballena, vida por más allá de
sobrevivir.
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Iván Lorenzini Maass |
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