La poesía no
deja de cumplir con su tarea; hoy, como siempre. Siguiendo a O. Paz, aunque puede ser
fechable, “es un acto anterior a toda
fecha”. Toda gran poesía trasciende su tiempo.
Nos damos
cuenta que nuestro mundo, nuestra realidad social, y el discurso está cargado de
“esloganes” y de axiomas que
tienden a explicar y darle
significado al sin-sentido y a lo
efímero.
La poesía no
tiene valor en el mercado y el poeta no tiene un lugar en la sociedad. Lo que
domina es el intercambio mercantil. Es la oferta y la demanda de productos
vendibles lo que rige nuestras vidas.
Aunque el poeta es un desterrado, sigue siendo del mundo, y su palabra,
aunque es personal, sigue
perteneciendo al pueblo. La palabra del poeta es de todos y es actual. Es historia. Hace la historia en sus
elementos esenciales. Se nutre en el acontecer cotidiano; surge desde los
deseos, las necesidades y frustraciones.
Encarna en el acontecer histórico, sin embrago su sentido es más profundo
y va más allá del instante. No se
queda en la moda, en el slogan, ni en el axioma.
Hoy, como
siempre, la poesía es un ir hacia el hombre (hacia la humanidad) y rescatarlo de
los infiernos (la deshumanización u objetivación como señalaba Berdiaev). Es un
ejercicio que en momento de crisis, intensifica su afán de recobrar lo
perdido. Es el valor de la acción y
de la obra que devuelve a la
humanidad. Por la poesía siempre se regresa a un mundo más humano, a un sentido
de la existencia. Es el lugar plenamente humano donde nos podemos encontrar en
nuestras miserias como en nuestras grandezas. Es el espejo permanente, que a
pesar de los golpes, todavía no se rompe. Es ahí, en ese amplio cristal donde, a
pesar de la penumbra, se encuentra la imagen del hombre, esperando que alumbre
un rayo de sol para reaparecer con nitidez. La poesía tiene el poder de decir
con libertad. Es en la poesía donde
el hombre ejercita con mayor plenitud su libertad, donde se encuentra consigo en
su desnudez, pero desde donde se puede levantarse
plenamente.
¿Será posible
una sociedad sin poesía? ¿Será posible la historia de una comunidad, de un
pueblo, sin el lenguaje de la poesía? ¿Tendrá algo que decirnos un pueblo que no
haya escrito un poema? Por suerte también existen los poetas: Es porque eso que denominamos humanidad, es
lo que nos distingue de otros seres vivos: nuestra conciencia, nuestra capacidad
de soñar y de rehacernos cuando andamos deshechos. Hoy en día hay muchas razones para
sentirnos deshechos, fragmentados. Las fórmulas de la ciencia, sus productos
tecnológicos, los nuevos conocimientos parecen estar en manos de un “aprendiz de
brujo”, que como lo señala J.M. Ibanez Langlois,
“consigue desatar fuerzas maravillosas pero que se escapan a su
dominio”. Paradójicamente los grandes avances de las ciencias de la
comunicación parecen incomunicarnos cada vez más. La aldea global es un juego virtual que
surge desde un ojo tecnológico que deshumaniza, porque lo que muestra en la
pantalla no es lo que ve el ojo humano. Es un fenómeno totalmente distinto a lo que nos dijera Tolstoi en su
sentencia “Pinta tu aldea y serás universal”
Hoy podríamos decir, “Digita un sitio virtual y serás de ninguna
parte”
El poeta
francés Serge Pey acierta de manera sencilla al decirnos que “La
poesía no es el azúcar que le ponemos al café”. Sino que, “sirve para
aumentar la humanidad, para crear un hombre que sería un camino hacia el hombre…
porque todavía hay pocos hombres, poca humanidad”
Este es el gran
valor y aporte de la poesía hoy y siempre, el de revelarnos nuestras propias
imágenes de las cuales estamos hechos. Las imágenes de nuestro pueblo de origen,
de nuestro entorno, de nuestra niñez, de nuestra juventud y las que están en
nuestros sueños: Las de nuestra aldea local.
Cada poeta
pinta su cuadro con su propia lengua y a su ritmo. El tiempo dice cuáles son las
imágenes que prevalecen, las que mejor delinean la estructura del ser humano.
Las demás le dan carne, la rellenan; la matizan. Pero en fin, es en la poesía
donde se recobra la imagen del hombre; donde se rescata y se rehace al ser humano. En la poesía se es
verdaderamente pueblo: se es universal.
Finalmente podemos hacer el ejercicio de buscar en nuestra poesía, en la miles de páginas que se están escribiendo, dónde está quedando nuestra imagen: nuestra miseria o nuestra grandeza.
Amante Eledin
Parraguez